Oro de la tarde por Aurelio González Ovies
En el corazón de la luz,
aproximadamente al norte del oro de la tarde,
donde las criaturas del tiempo beben la esencia
de la cordura
y la fragilidad ya no nos pertenece…
******
En las profundidades de lo que no sucede,
desde donde Consuelo asume la costumbre
del sol
y la soberanía de las sombras…
******
Allí, entre el color cobrizo de los troncos esbeltos
del pensamiento
y el candor de la memoria,
muy en la dirección de unos brazos abiertos
a la espera de lluvia y convicción…
******
En mitad de los puntos cardinales
y la fosforescencia de los versos
que Consuelo disuelve
en sus bosques de lava viva
ante los límites de lo real…
******
Con los visos antiguos de la aurora
y la voz de las frutas,
donde no se divisa más que la planicie
de lo inconcebible,
más que la candidez de los primeros días…
******
Frente a la inmensidad, donde el ocaso
esparce los pigmentos
que Consuelo serena
y reproduce con los irrepetibles
grafismos de la bruma…
******
En los montes probables,
en las inmediaciones de toda sensatez,
con levedad de instante,
con equilibrio de humo,
con estirpe de trazo y hierbabuena…
******
Sobre la encrucijada del alba y la ternura
y las manchas del aire libre y puro
que Consuelo refracta
y enhebra
y pulimenta…
******
Allá, precisamente,
por los lindes de un orbe inexistente,
camino de una estación hermosísima,
donde prenden la palidez y el sueño
de la nieve…
******
Primavera hacia arriba,
desde la soledad del rocío de abril
hasta el laurel en flor
que Consuelo menciona en sus silencios…
******
Al norte de la vida y la naturaleza,
limítrofe con todas las conductas del agua,
con la geografía de la benevolencia
y los matices cambiantes del abismo.
Bajo la mansedumbre
del horizonte y sus lienzos
impúberes…
******
En el corazón del norte,
junto a la asimetría de la verdad
y la belleza,
con vistas al ahora del siempre
y al amor…
Aurelio González Ovies, enero de 2018.